Mujeres asomadas al siglo XX. Mujeres mirando el inicio
de algo nuevo, una suerte de amanecer
distinto. Descubrimientos asombrosos, nuevas palabras, puertas abriéndose sobre
la vida. El siglo XX, antes del dolor y la guerra, antes de que el horror y la
sangre, con sus botas sucias, pisotearan
la tierra, era una esperanza. Y a esa esperanza se asomaban ellas, buscando
algo más, eso que permanentemente les era negado.
Pero ahora están en mitad de ninguna parte,
buscando alguna grieta por la que asomarse y mirar las cosas. Sí, están ahí,
han llegado caminando sin descanso, en las Academias de Artes, en las aulas, en
los cafés hablando de literatura. Están en el surrealismo y en el teatro. Están
en la noche alcohólica y soñadora. Están por las calles del París irrepetible
de 1900. Pero algo falla en el mecanismo de este reloj, un tic tac impreciso
que no cesa, un sonido distorsionado. Mira cómo sin remedio se quedan atrapadas
dentro del cuadro. Mira a Angelina, que ha venido desde su Rusia natal, animada
por sus profesores de la Academia Imperial de las Artes. Quiere pintar. Es
pintora. Atrapa París en su retina, sueña y dibuja y se enamora de Diego
Ribera. Viven en un pequeño cuarto miserable y ella ama, ama con la misma pasión que pone en sus cuadros. Pero
Diego se va y ella se queda sola. Y sigue pintando, y sale adelante después de habitar
la desolación y la tristeza, y años
después vive en ese México lleno de artistas venidos de otros lugares. Pero
Angelina Beloff es silenciada, porque
está dentro del cuadro, detenida en el París de 1921, cuando Diego se fue.
Artemisia
Gentileschi oye también el tic tac impreciso e incesante que atraviesa el
tiempo, es como si el aire cojeara un poco, como si una puerta invisible impidiera
el paso. Artemisia está soñando con Angelina. Sueña con el mundo que Angelina ha
conquistado. Y mientras camina por Florencia, por Nápoles, Por Londres, por
Roma, arrastrando el pesado equipaje de su violación y de todas las
humillaciones pasadas, por un momento su silueta se escapa del siglo XVII para
pintar una vida distinta. Artemisia sufre y pinta, y vive y es valiente. Pero
mira, ¿dónde está Artemisia? Se la ha tragado el silencio, habita dentro del
cuadro, casi no se la ve, detenida en los
márgenes estrechos de su tiempo, intentando escapar, presente en los gestos y
las miradas de las mujeres graves que pinta. Artemisia Gentileschi es
silenciada, porque está dentro del cuadro, detenida en la Italia del siglo
XVII.
El reloj sigue girando y oímos ese sonido metálico
que aún nos hace preguntarnos cómo ajustar todo lo que permanece en tan incómodo
equilibrio. La memoria es una senda llena de árboles y paisajes que alimenta la
mirada. Mirar a esas mujeres valerosas, mirar fíjamente el cuadro para poder
divisarlas. Y después mirar un poco más allá, para ver lo que está dibujado
detrás, quizás tapado por otras siluetas, quizás silenciado por tantas voces
que hablan en desordenado discurso. Allí están ellas, Angelina, Artemisia,
Remedios, Leonora, Virginia, luchando por salir de los márgenes.
Preciosa la reivindicación de las mujeres pintoras.
ResponderEliminarY apunto otro nombre: Sofonisba Anguissola.
Un abrazo.
LUIS NUEVOS RUMBOS